MILLE MIGLIA 2012

MILLE MIGLIA 2012

EUROPA – EUROPA
Impresiones desde el cockpit.

Llegando a San Marino. Paisaje increíble
Llegando a San Marino. Paisaje increíble
HISTORICA PARTIDA
HISTORICA PARTIDA
Mamma Lili en Pascuas. Como en casa
Mamma Lili en Pascuas. Como en casa
Pascual, Maximo, Pedota y Fabrizio Falanga. <br/>Unidos por la pasion
Pascual, Maximo, Pedota y Fabrizio Falanga.
Unidos por la pasion
Rubinetti, Comba, Viña. La brava barra argentina
Rubinetti, Comba, Viña. La brava barra argentina
MILLE MIGLIA 2012

Siempre soñé con ver una partida de las Mil Millas Históricas. Nunca había estado en Europa. Nunca había estado lejos de mi familia por tanto tiempo. Por eso tuve que adaptarme a varias circunstancias simultáneamente. La emoción estuvo siempre a flor de piel. Este es el relato de un sueño del que aún estoy descendiendo a la realidad.

Trepada Palermo-Monte San Pellegrino

MILLE MIGLIA 2012
MILLE MIGLIA 2012
MILLE MIGLIA 2012

El tamaño del Aeropuerto de Fiumicino fue lo primero que me deslumbró. Había tratado de memorizar algunas palabras en italiano, pero solo había retenido "arancia", suficiente para pedir jugo de naranja en el avión. Estaba cerrado totalmente al idioma.

En Palermo nos esperaba Enzo Manso, organizador de la Trepada, y Salvo Manulli, ex corredor y artista plástico. Recorrimos el circuito. Era Domingo de Pascuas. La familia de Enzo nos esperaba con la mesa tendida. Una mesa italiana en todo sentido, llena de comida y afecto. Trataba de entender lo que decían pero no podía. Me sentaron al lado de Lili, la mamá de Enzo y, de algún modo, comenzamos a charlar. Le dije que era la primera vez que pasaba Pascuas lejos de mi familia. Lili me acarició con la frase "Questa è la tua famiglia oggi". Me abrí al idioma y, de allí en más, pasé a ser "Giuseppe".

Fuimos a ver el auto al taller de la Familia Falanga: Fabrizio, su papá y los mecánicos Pascuale y Massimo. Ese taller fue el que recibió al equipo Mercedes Benz de Fangio cuando corrió la Targa Florio, nada menos.

Con Fabrizio hubo una empatía instantánea. Codo a codo trabajamos sobre la Cisitalia cuando, después de la trepada, se rompió la caja. Su pasión por los autos de carrera era igual a la mía.

¿Sicilia? Aaahhh, Sicilia… es como tu barrio. Casas abiertas, llenas de comida, gente parloteando, charlas apasionadas sobre autos y caos. Todo ello delata nuestros orígenes. Estaba, y me hacían sentir, como en casa.

Además, para los sicilianos, tener el último auto del amado y admirado Nuvolari en su "ísola" era como un sueño-milagro sorprendente. También para nosotros.

El día de la partida, descubrimos una placa hecha de mayólicas artísticas creadas por el amigo Maulli. Luego de la trepada, el circuito baja hasta la ciudad de Mondello, donde nos paró un semáforo. Lo miré a Sergio Lugo. "Estamos en el auto de Nuvolari, recreando la última carrera que corrió…" Nos miramos y un escalofrío nos recorrió. Instintivamente nos abrazamos. "No tocamos el cielo con las manos. Estamos en el cielo…" reflexionó. El sueño mayor estaba realizado. Ignorábamos cuanto más nos esperaba todavía.

En Mondello la gente nos saludaba, nos victoreaban como a héroes. En la partida la gente enloquecía al ver el auto, sacaban fotos, preguntaban y preguntaban "¿La vera vettura de Tazio?" La RAI y todos los medios especializados estaban allí. Se puede decir que por un momento, a través de una pequeña mirilla, espiamos el Olimpo de los Dioses del Automovilismo. Luego subimos a cima del monte, hacia un Castillo donde se dio el almuerzo y la conferencia de prensa. Allí entregamos recuerdos de CAdeAA a los organizadores y al Presidente del Veteran Car Club Panormus (Palermo en latín). Quiero destacar que, en cada momento de ese inolvidable día, los sicilianos colocaron nuestra azul y blanca junto a su bandera. Un detalle de delicadeza que agradecimos profundamente, en silencio, al sentirnos embajadores de nuestro País y nuestro Club.

ROTURA DE CAJA.
El tema era grave, pues comprometía nuestro programa futuro. Luego de buscar, conseguimos una en la ciudad de Etna. Para allí salimos con Fabrizio por la tarde. Los 250 km de ida, y los de vuelta, fueron un continuo hablar, con ese gran mecánico y mejor persona. Convivimos tres días trabajando en el auto. Comíamos en sus lugares habituales, como "Toto Coca Cola", compartiendo mesa con torneros, matriceros, mecánicos, preparadores de autos de carrera de los 60 para el Campeonato Clásico Europeo de Velocidad. Una hermandad súbita más allá de la barrera del idioma y la nacionalidad. Una hermandad universal de nafta, aceite, grasa, fierros veloces y puestas punto. Nos volvimos luego a Buenos Aires. Rebozábamos de alegría y satisfacción. Teníamos ahora muchos nuevos y cálidos amigos.

Mille Miglia

Un mes más tarde volvimos a Europa con gran expectativa. En mis sueños siempre estuvo el anhelo de peregrinar a ciertos lugares y presenciar una partida de esta emblemática carrera. Pero jamás imaginé que podría estar participando. ¡Y sobre un auto de tamaña historia!

En Brescia nos alojamos en el Hotel Ambasciatore, donde lo hacen hoy los equipos argentinos. Visitamos el taller de Mauricio Colpani, donde nos esperaba nuestra querida Cisitalia 204. Salimos a probar y algo fallaba, fallaba. No lográbamos descubrir la causa. Mauricio se hizo cargo y diagnosticó: "probablemente magneto". Pero Mauricio estaba muy ocupado preparando varios autos participantes. A pesar de prometernos que estaría listo, nuestra preocupación era constante. A mí me pesaba mucho pensar que Sergio no pudiera cumplir su sueño. Sin hablar, cada uno sabía de la angustia del otro. Afortunadamente, el hábil mecánico pudo reparar y largamos la presión contenida con un gran abrazo en el lobby del Hotel.

Los muchachos de CAdeAA ya estaban en Brescia. Habíamos combinado en el lugar de las inscripciones, en la Feria de la ciudad. Con el auto a pleno allí fuimos. Afuera, la vista de los camiones de los Museos, los equipos de apoyo y auxilio de los equipos oficiales y privados, era impactante. Adentro, la concentración de máquinas participantes era como una visión. Autos de la mejor estirpe, en condiciones fantásticas de conservación o restauración, quitaba el aliento. ¿Alguna vez vio 19 Mercerdes Benz 300SL Alas de Gaviota juntos? Había autos que habían participado de las originales MM y otros con un holgado record de participación deportiva.

Al día siguiente, al salir hacia la Punzonatura, control que nos juzga, revisa y habilita a intervenir, un corredor vallado nos hacía calle conteniendo a miles de entusiastas sacando fotos y agitando manos. Luego del trámite estacionamos entre un público que se arremolinaba admirando y preguntando de todo. La siguiente estación era el Museo de las Mille Miglia y luego, a la rampa de largada. Largamos entre una nube de fotógrafos de todo el mundo. También nuestro amigo Tillous. Fue realmente emocionante. Este sueño de Sergio se estaba haciendo realidad.

¡LARGAMOS!
Anduvimos bien hasta Vicenza. Una obligada marcha lenta nos provocó la primera de las calenturas. Retraso. Perdimos contacto para siempre con nuestro equipo de Auxilio. Quedamos últimos, atrás del rastrillo. Tan atrasados que al pasar por los controles de sello ¡aplaudían nuestro espíritu deportivo! Oscureció, hacía frío y la temperatura bajó, pero las luces no las teníamos. El electro había consumido la batería y la dínamo no daba abasto.

Sin luces, de noche, una pequeña, muy pequeña linterna fue toda nuestra ayuda. Después de andar 5 horas en estas críticas condiciones, arribamos al fin de la 1ra. Etapa. Los micros que nos llevaría del Parque Cerrado al lejano Hotel ya se habían ido a dormir. Un gaucho italiano se apiadó de nosotros y nos arrimó al Hotel. Nos quedaban dos horas para dormir y los bolsos en el auxilio perdido. Nos duchamos y casi me dormí en la ducha. Eso sí, al otro día, con la misma ropa, pero contentos arrancamos.

2da. ETAPA.
El auxilio de Copani nos proveyó de una batería "recién cargada". A los 400 m de largar paramos para reabastecer combustible. Luego le dimos arranque. Muerto. Probamos por segunda vez. Muerto. ¿La batería? Muerta. Nuestro espíritu… vivo. Empujamos, arrancó y seguimos, pero con dínamo insuficiente y batería muerta no había electroventilador… los problemas de temperatura serían, de allí en más, una tortura permanente. Había que parar frecuentemente para enfriar. En San Marino, un flexible de frenos se rompió. Una argentina que por allí andaba vio nuestra banderita y se acercó a saludar. Un futbolista argentino que también andaba por allí nos llevó a un taller y de nuevo hasta la ruta. Estábamos otra vez en carrera. Ultimísimos. Toda la zona Toscana es quebrada, de ensueño. El frío de la noche ayudaba un poco con la calentura del motor. Entramos a Roma, hacia un estadio de fútbol. Nos perdimos un poquito pero llegamos. No era el final sino la concentración. Hacía 14 horas que estábamos sobre la Cisi y no habíamos tomado una gota de agua. Allí había que encolumnarse para ir a una rampa. De pronto, dos Alas de Gaviota pararon a nuestro lado. No sabemos de dónde, salieron dos muñecos rubios, impecables, cuerpo y rostro perfectos, del Museo Mercedes Benz, portando heladeritas con bebidas frías para esos pobres y sacrificados deportistas, compañeros de ruta. Era como un espejismo en el Sahara, pero real. Cuando volvimos a cerrar la boca, se habían ido. Y seguimos con argentina sed, nomás.

Antes de llegar a la rampa debimos parar por temperatura. Allí, dos gauchos, alemanes esta vez, se ofrecieron a empujarnos los 200 m faltantes. Llegamos a la rampa sin poderle expresar convenientemente nuestro agradecimiento. El auto arrancó y pasamos la rampa hidalgamente. A poco se volvió a parar. Y nos perdimos. Pasamos por el Vaticano y lo vimos por el rabillo del ojo. Paramos luego en una estación de servicio que podía estar en Roma, Budapest o Marte. Le preguntamos por nuestro destino a dos transeúntes: Niente. En la penumbra logré ver una máquina expendedora de gaseosas. Tenía monedas y pude sacar un par de bebidas que nos supieron a gloria. Le preguntamos a unos policías. Luego de preguntarse entre ellos y balbucear algo ininteligible, nos dimos cuenta que tampoco sabían. Nos fuimos. Calentó. Paramos. Me senté en el cordón y le dije a Sergio que podíamos escribir un libro: "Perdidos en Roma en una 204". Cerca, un puesto de frutas, aún cerrado, se estaba preparando para la mañana siguiente. Adentro, un tunecino. Si yo no entendía italiano, imagínense el idioma de este frutero… Pero nos dio agua para el radiador. Al rato, unos chicos argentinos, rugbiers (¡¿?!) se acercaron. Entonces Sergio paró un taxi, los rugbiers empujaron, arrancó y seguí al taxi hasta el Hotel. Eran las 3 am. A las 5:30 am nos esperaba el auxilio de Copani para entregarnos una batería, ésta vez, cargada. Decidimos comprar otra batería nueva, de auxilio. Luego de buscar, buscar y encontrar a "José Batería", con el alma un poco más en paz, nos fuimos buscando la 2da. Etapa. En las valijas perdidas habían quedado las herramientas y el cargador del GPS…

N. de la R.
Esta es solo una parte de la aventura descripta por un argentino virgen de toda Europa. El resto del relato abunda en detalles acerca de dificultades, decisión de enfrentarlas, seguir, seguir y seguir hasta la meta final. El espacio, siempre tirano, nos obliga a dejar librado el resto del relato a su imaginación… La máquina y sus tripulantes Sergio Lugo y José María Pedota, cruzaron, al fin, la meta final, convirtiéndose en los primeros Socios de nuestra Institución, sobre una máquina argentina, que lo logran.

Por: José María Pedota