Un Fórmula I Nacional ¿Qué tal?

Un Fórmula I Nacional ¿Qué tal?

El sueño del pibe. Y del hombre.

Un Fórmula I Nacional ¿Qué tal?
Un Fórmula I Nacional ¿Qué tal?
Un Fórmula I Nacional ¿Qué tal?
Un Fórmula I Nacional ¿Qué tal?
Un Fórmula I Nacional ¿Qué tal?
Un Fórmula I Nacional ¿Qué tal?
Un Fórmula I Nacional ¿Qué tal?

Siempre había soñado con correr en una cosa de estas. Alguna vez había sentido el bichito sobre una pista, o sobre una moto. Y esa embriaguez de velocidad no se olvida.

La historia comenzó en un encuentro circunstancial, con Jorge Requejo en el negocio de A. Cucco. "Tengo ganas de tener un auto de carrera" lancé. -Hay un TC en tal lado-, fue la respuesta inmediata. El TC no me gustó. Otra tarde, en un taller, Cordaro, fiel compañero de aventuras, vio una foto de este auto pegada a la pared. Este es el auto tal, detectó certero…

-"Dale, buscá un F1, así te sumas a esta caterva de viejos que corremos cada vez que podemos. Nos vamos a divertir. Mirá, hay uno en Lanús"- me animó Toto Sotro más tarde. Ese F1 no me gustó. –"Bueno, hay otro auto, el último que hizo Ramón Requejo. Un día, circunstancialmente, su carácter fuerte lo enojó y allí mismo, sobre la chata, lo vendió. Andá con tacto. El dueño actual es especial. Quiere este auto más allá de la razón"- Y tenía razón Toto.

Golpeé la persiana. -¿QUIEN ES? Vengo de parte Toto, dije. -¡EL AUTO NO LO VENDO!- bramaron desde atrás. Disculpe, lo que pasa es que tengo un VALIANT IV y como sé que el F1 tiene un Slant Six… -AH, ¿VOS TENES UN VALIANT? PASÁ- Ese hecho fortuito me abrió la puerta a una larga e insólita negociación de 3 años con Angelito, su dueño. Ese día estuvimos 3 horas conversando. Este F1, sí me gustó. Mas bien me golpeó: MOTOR: Dodge Slant Six, CARTER: Seco, BOMBA DE ACEITE Wiber, CARBURADORES: 3 Weber de 45-45, DISTRIBUIDOR: Doble platino Dulbeco, CHASSIS: Requejo No. 011, CAJA : Puente Saenz de 5 marchas.

Otras visitas sumaron unas 100 horas más de charlas. Siempre la promesa de venderlo, pero la imposibilidad de desprenderse al llegar el momento. Un día me llamó: -VENÍ-. Fui con la plata. –HOY NO. NO PUEDO. NO TE LO PUEDO VENDER HOY-. Vuelta a empezar. Por favor, ¿cuándo terminará esto? pensaba yo al punto de abandonar el tema, presa de la desesperanza. Mis amigos insistían en que insistiera. Paciencia Josei, seguilo, valdrá la pena, decían.

Otro día suena mi celular, un amigo llamaba para decirme que habían convencido a Angel para que lo vendiera de una vez, que no podía ser que lo tuviera 15 años parado. Al otro día estaba allí como un soldado. -AHORA VALE UN POQUITO MAS. NO MUCHO. SOLO UN 10%. ¿TE VA?- (Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, basta!!! Casi grité para mis adentros) Está bien Angelito, no hay problemas, mentí. Mentí porque en ese mismo momento, con Roxana, habíamos decidimos agrandar un negocio familiar y no tenía un solo $. Ni uno solo. Allí, Santa Peña Deportiva me iluminó, llamé estratégicamente a unos amigos y a mis padres. A las dos horas el dinero estaba reunido. .

El día siguiente en una operación casi comando me apresté a verlo. Coordinadamente, una camilla estaba en la puerta de ese taller, esperando entrar en acción. -SI, PERO LAS RUEDAS, EL MOTOR, EL CARBURADOR, PEPA Y JOSE. QUE SE YO… LLEVATE EL MOTOR MULETTO, LAS RUEDAS, ETC. Y EL SABADO TE LLEVAS EL AUTO- Había que jugarse y me jugué. Me puse firme: No Angelito, esta vez no. Acá está la plata y allí está la camilla. –PERO… HAY QUE SACARLO DEL TRAILER, ES UN LIO, LAS GOMAS, EL AIRE, LOS FRENOS…- Nosotros nos encargamos Angel, dije muy serio. Allí mismo, sin darle tiempo a pensar, atracó la camilla y, prácticamente, arrancamos el auto con tráiler y todo, de aquel taller, desde donde el loco amor de Angel no lo quería dejar salir. Cosa de Mandinga, la cortina del taller se trabó. En un tris la arreglamos, no sea cosa que… Hicimos los papeles y Angel vino con nosotros. El sentía que debía aprobar la nueva locación del auto. Tanto era su apego. El taller de la Scudería Vikingo y el aroma a Mac en el aire lo sedujeron lo suficiente. Un estertóreo Angelito concedió: -ESTA BIEN-
La operación, por fin, estuvo definitivamente cerrada.

Unos días más tarde, Viña me acompañó a retirar unos repuestos y cositas que restaban. Cuando Viña le tendió la mano, Angelito casi gritó. -¡¡YO ME TENGO QUE MATAR, TENGO QUE ESTAR LOCO. MIRA LO QUE HICE. MIRÁ LO QUE HICE!!!!- Y dándose vuelta, se fue. Aunque pre-advertido por mí, Viña quedó estupefacto. Al rato Angel volvió con una cantidad increíble de piezas y cositas, embaladas triplemente en plástico. Cuatro horas después nos había descripto detalladamente la utilidad de cada una de esas piezas.

Debo decir, honestamente, que este loco por los fierros, demostró una integridad y honestidad dignas de un caballero. Todo lo que tenía del auto me lo dio. Aun cosas que yo no sabía que existían. El auto venía con otro motor, un block, relaciones de caja, todo impecable. ¡Si hasta una funda hecha a medida tenía!

El auto era una extensión de Angel. Era parte de él mismo. Arrancarse una muela sin anestesia no le hubiera dolido tanto. Sólo el que vive y sueña con fierros lo podrá entender. Yo lo entiendo. Gracias Angel, seré digno usuario

Restauración

Así comenzó la segunda etapa de esta historia. Jorge Requejo me ayudó mucho con fotos y sus recuerdos del auto. Especialmente sobre la estética original, ya que mecánicamente el auto estaba absolutamente impecable. Poco fue lo que le hicimos, salvo repasarlo por seguridad, corregir algún cromado incorrecto y pintarlo del rojo y blanco original. Mi hijo Juan Manuel fue el que primero lo tocó, comenzando por desarmar el tren delantero (¿Casualidad? ¿Inicio de un legado?) Cordaro y Manzanita, por puro placer y amistad, venían a opinar, aflojar, apretar, matear y todas las tradicionales acciones llevadas a cabo en un taller con un fierro veloz, que se precie. Eso en la semana, por que los sábados la Peña espontánea se reunía en la parrillita para descansar… hablando de autos.

Prueba de pista

Autodromo. Boxes: Mucho nervio y emoción. Cordaro, firme, cargó equivocadamente agua en el tanque de nafta. -Yo, esta vez no tengo la culpa-, proclamaba Juan Manuel defendiéndose. Pista: el auto gira bien. Despacito primero, veloz cuando voy tomando confianza. Copia bien, se tiene bien, se siente llenito, firme, entra con seguridad a las curvas, camina y empuja muchísimo. En ese momento recordé una frase de Mauro Pilipis a su viejo: "Papá, las rueditas están ahí, ahí, al lado tuyo, se ven, casi las podés tocar…"

Estaba dejando un reguero de aceite en el circuito, el jefe de pista y otros pilotos que estaban probando me querían matar. Pero el viento me daba en la cara, en la misma pista en que corrieran los más grandes. Era un chico grande, con un sueño cumplido. Mi hijo, mis amigos del alma eran testigos y, por la magia de esta increíble pasión, eran tan felices como yo…

Agradecimientos a:

Jorge Requejo por el apoyo, bibliografía fotos, sus recuerdos del auto y vivencias. Toto Sotro quien me lo señaló. Ricardo Cordaro, Jefe de equipo y motorista. Hector Betles, chasis y mecánica. Eduardo Vaisieta: Jefe de arte y diseño. Juan Manuel Pedota, asistente de box, taller, hijo. Sergio Lugo, aportes y apoyo. Carlos Pugliesi, tapizado y entusiasmo permanente. Alejadro, chapista. Luis, pintor. Marchese, ruedas. Pedro y Cristian Suarez. Jorge y Gustavo Costa. Pancho Scarlato, por el San Cristobal protector. Orlando Bongiardino, Sensei espiritual. Alec Daly, apoyo en las pruebas y entusiasmo. Juan Carlos Viña, apoyo y entusiasmo desde el inicio. Marcela Suar, apoyo y entusiasmo. Juan Carlos Frois, entusiasmo y otras cositas. A mis viejos. A mi mujer Roxana y mi hija Nohelia. A Macnie, quien fue, es y será Director del Team Vikingo, mentor y amigo. A quienes, seguramente, olvidé mencionar.

Por: José María Pedota