Pedro Escudero

Pedro Escudero

Don Pedro Escudero y el Hispano Suiza 1924 <br/>con carrocería skiff.
Don Pedro Escudero y el Hispano Suiza 1924
con carrocería skiff.
Hispano Suiza  1924  con carrocería skiff.
Hispano Suiza 1924 con carrocería skiff.

Lo conocí en la década de los ‘80 y fue un orgullo contar con su amistad. Su padre fue el eminente Doctor Escudero, quien fuera médico personal del Presidente Roberto M. Ortiz y poseedor de una muy envidiable posición económica. Por lo tanto, Pedro creció rodeado, entre otras cosas, de autos nuevos que su familia retiraba todos los años de los carroceros europeos a quienes se les había encargado vestir los chasis comprados en las fábricas el año anterior. Las marcas eran, entre otras, Hispano Suiza, Voisin, Rolls Royce, Renault, Peugeot, etc. Corrían los años de la primera post-guerra.

Por supuesto que esto no le impidió culminar la carrera de Medicina, profesión que ejerció hasta que una discusión con un Ministro de Salud de un gobierno muy popular y corrupto hizo que dejara la medicina para siempre. Así de recto y vehemente era él.

Lo interesante, referido al tema que más nos gusta (autos), es que durante su juventud y a raíz de los viajes mencionados, trabó amistad con distintos "monstruos" de la época, como por ejemplo Gabriel Voisin (he visto fotos), genio del automovilismo y la aviación.

Además, Pedro nos contaba que luego de esos viajes su padre le decía que se llevara el auto viejo, el del año anterior, a "venderlo por lo que te den". Hoy eso sería un acto criminal. El, lejos de obedecer, cumplía menos que a medias porque se quedaba con los autos, los alivianaba quitándoles guardabarros y otras partes no vitales y los usaba para competir en carreras de habilidad conductiva, velocidad o de obstáculos. ¿Se imaginan, por ejemplo, un Hispano Suiza de los grandotes pasando a la carrera sobre durmientes de ferrocarril? Pues eso hacía nuestro amigo.

Cierta vez, y para demostrar que un auto sólo se puede ver de un costado a la vez, pintó un auto con sus laterales de distinto color y pocos fueron los que se dieron cuenta del detalle.

Amigo del desaparecido pero no olvidado Jorge Malbrán, formaron una dupla cuyos conocimientos generales sobre autos antiguos era más que admirable y no era raro verlos rodeados de gente joven ávida de aprender.

Y así podría seguir contando anécdotas pero me falta espacio.

Mi primer encuentro con Pedro Escudero no fue todo lo feliz que hubiera deseado, pero tuvo un buen final. Por entonces Horacio Casares le había comprado a Palumbo un Hispano Suiza 1924 restaurado, sin carrozar, tal como se estilaba entonces y Pedro, en su casa, se abocó a la tarea de croquizar una hermosa carrocería skiff (bote) basada en los diseños realizados por el carrocero francés Henri Labourdette en las décadas del '10 y del '20.

Cuando Horacio me entregó los dibujos, yo, como buen técnico aeronáutico que se precie y sin consultar, elaboré los planos en escala basado en tales croquis pero con las lógicas pequeñas modificaciones que el dibujo y su posterior construcción hacían, a mi criterio, necesarias. ¡No imaginan cómo se puso Pedro ante mi intromisión! ¡¿Quién era yo para tocar sus dibujos?! ¡Inexperto! Yo no sabía como explicarle ni me atrevía a interrumpirlo. Cuando se calmó un poco y yo tomé coraje, pude darle mis razones técnicas sobre tal proceder. Eso, sumado a que en esos días yo estaba diseñando la estructura de la carrocería de una Bugatti 5 litros tipo 46 en su presencia, habiéndola dibujado tamaño natural en una pared del taller y compartiendo con él los detalles de la misma, hicieron que Pedro me tomara confianza y a partir de ahí naciera una amistad que su partida no ha interrumpido.

Con él y con Casares compartimos toda la elaboración de ese Hispano, desde hacer una jaula de alambre con la forma de la carrocería, forrada con papel madera y los guardabarros y con la cual salí andando a la calle para ver cómo lucía a la distancia y en movimiento, pasando por todos los procesos hasta culminar con una bellísima carrocería en forma de bote de madera de caoba con cientos de remaches de cobre que muchos recordarán.

Vaya entonces con estas palabras mi agradecimiento a este gran personaje que me brindó sus conocimientos, su confianza y su amistad.

Por: Héctor Cordeiro