El galpón de los Rubinetti
El galpón de los Rubinetti
Una familia de "Fierro"
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Fuimos a visitar un "Galpón" y nos encontramos con una historia de amor que empezó hace 57 años… años más, años menos, cuando René y Pedro, una chica de Capital y un chico de Lanús, trabajaban en el Ministerio de Economía. Allí se enamoraron, se casaron y todo devino en esta familia de 4 hijos y 15 nietos.
En la entrada, por detrás de un Maserati 87, que espera el fin de su restauración, un cartel anuncia "El Galpón". Todo en las paredes cuenta a los gritos esta vida de pasión y aventura.
Las fotos de Pedro con el piloto Críspulo Villanueva se remontan a su juventud cuando, sólo por amistad, se convirtió en auxilio de Turismo de Carretera, hace 55 años. Lo acompañaba René, con Sandra de 3 años y Fabio de meses, viviendo experiencias que iban del calor extremo a la nieve en la montaña y utilizando el ingenio y la buena voluntad. Mientras miro la foto del auto de Pairetti después de un "montañazo". en pleno auxilio mecánico y miro la foto de su hija Sandra, chiquita, con Luis Di Palma, comprendo muchas cosas:
Comprendo que con el tiempo Rubinetti se convirtiera en el copiloto de Villanueva.
Comprendo las fotos de sus hijos menores, Cristian y Gabriel, como Subcampeones en el Safari Nacional con su "Saltadunas", literalmente volando por los aires.
Comprendo que esos mismos hijos participen en una competencia tan dura, como el Rally Dakar y que su padre, pisando casi los 80 años, vuelva a ser auxilio junto a dos de los nietos, repitiendo una historia conocida y que el resto de la familia (léase René y otros) los acompañe en una casa rodante. Se entiende por qué festejen abrazados a su madre el haber terminado la competencia.
Comprendo que su nieto Gonzalo Rubio sea Campeón regional y Subcampeón uruguayo en Motos, velocidad libre en tierra. "Lo que se hereda, no se hurta" dice un viejo dicho.
Comprendo las fotos de padre e hijo compitiendo con su Peugeot 404 en el Gran Premio Argentino Histórico en 4 oportunidades y también comprendo al verlos en la Buenos Aires - Caracas.
¡Qué suerte, además, que Pedro se fue un mes a la Buenos Aires – Caracas! Porque en su ausencia ella, el alma mater, mujer que toma decisiones, mujer que ejecuta, aprovechó y puso manos a la obra y transformó esa ex fábrica en desuso que servía de depósito guardaútiles a cuanta persona se le ocurriera dejar algo allí, y tiró, y regaló, y puso orden e hizo pisos y plantó la piedra fundamental de este ordenado museo.
En un sector especial, separada de todos, reina la Cupé Mercedes Benz Pagoda roja, año 65, su preferida. A su lado un Heinkel Kabine 1960 que ostenta el 2º Premio en Autoclásica. Enmarcan la foto los autitos eléctricos de la infancia de sus hijos, las bicicletas antiguas, el trineo, el carrito a caballo de juguete, el remociclo, la motonetita Vespa, todo es una página de la historia familiar. Al lado su prolijo taller con un cartel que anuncia "Restauraciones Pedro".
Pero en el salón principal se luce el comienzo de esta historia de coleccionistas. Ahí está el Chevrolet Impala 59 de René. Porque a ella, en su juventud, le gustaban los autos americanos. Y un día, en el que había decidido cambiar su Citroën fue a una agencia, encontró este auto y pensó en comprarlo. Pero el vendedor insistía "este no es un auto para Ud., mejor venga con su marido y un mecánico" Ese hombre no tenía idea de con quién estaba hablando. Ella sabía que nadie la apoyaría y entonces lo compró en absoluta soledad y lo llevó a su casa, escuchando lo que esperaba escuchar: "estás loca". Pero ella se iba todos los días a trabajar al Ministerio en su Impala y lo estacionaba a 90º, en un lugar donde el largo de su auto no era un problema.
A su lado, otro americano, el Dodge Dart Phoenix 61 convertible. Más allá un Fiat 1500 Rural 64 y un Chrysler 29 Phaeton. Y en fila, como esperando para largar, el MGB Sport 65 y otro Heinkel rojo. En otro sector y mereciendo capítulo aparte, la cupecita Ford TC y el Peugeot 404.
Recorro las vitrinas, el sector de Coca Cola, el de YPF, el carrito del paragüero, la máquina del colchonero, la vieja caja registradora. Me detengo en la peluquería donde no falta detalle y me remonto a la niñez. Desde la pared me sonríen Minguito, Sandro y Gardel.
Desde la vieja Victrola un disco de pasta espera para sonar y leo "El amor existirá siempre" de Paganini. Y… sí… Acá el amor existirá siempre porque es el encuentro de estos dos seres que, a pesar de haber cumplido sus sueños, siguen teniendo proyectos y poniéndose metas. ¿Será por eso que son tan queridos y admirados en CAdeAA y en el ambiente fierrero? ¿Será por su trayectoria de trabajo y esfuerzo? ¿O será por la vitalidad y alegría que los caracteriza? ¿Porque son ejemplo para los más jóvenes? ¿Por su conducta impecable? ¿Por su don de gente? … Ahora comprendo muchas cosas.
Y me voy… sintiendo que dejo ahí el fantasma de Pappo, haciendo sonar una moto pesada, con ropa de cuero negra y cantando con voz ronca "Nada como ir juntos a la par…y caminos desandar".
Por: Mónica Solís