Fiesta del Torino
Fiesta del Torino
Nürburgring en Casa
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Hay reuniones y reuniones. Esta, la del domingo 28 de Agosto, será inolvidable. Podríamos, además, decir que histórica.
En una maniobra conjunta acordada con el Club Amigos del Torino, llenamos el Club de Torinos de todos los años y colores. Había un TWILE, convertible realizado por Winograd y un Lutteral, con su lanzada y particular trompa.
Un vecino, con su nene en brazos pidió permiso para "pasar a ver los Toros". Observamos cómo, embelesado, contaba vaya a saber qué historias al pibe. Él agradeció que le permitiéramos entrar y yo le agradecí que viniera con el hijo.
El salón reventaba de gente, de la nuestra y del Club amigo. Más invitados, colados y algún familiar también. Todos estirando el cuello, queriendo ver la larga mesa que se había tendido junto a la Secretaría. Claro, allí estaban sentados, con una humildad que estremecía, varios de los héroes de aquella gesta argentina, comandada por Don Juan Manuel, que se animó a desafiar las 84 horas del terrible Nürburgring. Cuarenta y dos años después de aquella patriada nos acompañaban: el Ing. Pronello, Cacho Fangio, Cacho Franco y, de chiripa, sumado a última hora por gestión de Manolo Casal Don Alberto Cordero, uno de los mecánicos que integró la delegación. Jorge Cupeiro, en el exterior, ausente con aviso. El Mago Berta no suele salir de su reducto.
Cacho Franco fue el primero en hablar, refiriendo el buen clima que había existido en la delegación y contando algunos truquitos y secretos del accionar del equipo, que quedarán para consumo interno. Dijo también que, al comando de Fangio, cualquier trabajo, esfuerzo o dedicación que se les hubiera pedido, era ejecutada con orgullo y presteza. Eran la guardia pretoriana del Comandante y hubieran dado la vida por él. Así eran las cosas por ese entonces. En algún momento, al relatar cómo le había tocado conducir el último tramo del último Torino que quedaba entero, y a medida que su relato se acercaba al final de la carrera, no pudo evitar, ese Titán, 42 años después, que su voz se quebrara. Tal vez recordando a los que ya se fueron, como Gastón Perkins, Luis Di Palma, Carmelo Galbato, el Chino Rodriguez Canedo, Eduardo Copello y Larry. En nuestra mente, ese recuerdo también sobrevolaba y, en un secreto rezo laico, también les agradecimos haber sido parte de la gesta.
Cacho Fangio, con pocas palabras para agregar al relato de Franco, prefirió agradecernos, la posibilidad de juntarnos así, como en familia. Un escalofrío nos recorrió al verlo parado, micrófono en mano. Tanto se parece al padre, especialmente en algunos gestos.
Tras algunas palabras de Pronello y de Cordero, todos se dedicaron a firmar, incansablemente, revistas, libros, papelitos a montones y las fotos que Rafa Vallejos prestamente ya había impreso. Además, se sacaron miles de fotos, siempre con una sonrisa franca, con una sencillez que los bajaba del Olimpo y los ubicaba exactamente donde estábamos: en el césped del estacionamiento de nuestro querido CAdeAA, rodeados de Torinos y del cariño de la gente simple, nosotros, los que soñamos ser como nuestros ídolos, ellos, cuando subimos a un cascajo cualquiera.
El Torino Nro. 1 original, hoy propiedad del Museo de nuestro siempre generoso Socio: Luis Spadafora, lucía humilde y majestuoso a la vez.
La voz en off de Juan Manuel resonaba en nuestra memoria: "No vamos para ganar, vamos para aprender" ¿Habrá sido con esa frase que se generó esa simpleza, esa garra, esa determinación y esa humildad en aquel equipo? Si, seguramente. El Chueco sabía correr de atrás, ganar sin desesperarse, cerebralmente, eficientemente. A él le significó ganar 5 campeonatos mundiales y ser el más grande.
Atronando, el Torino Nro. 1, dejó lentamente el estacionamiento y todos nos fuimos yendo a casa, de a poco, estirando. Mi última imagen fue la de Cacho Fangio, todavía sacándose fotos y agradeciéndonos (es el colmo) que lo hayamos invitado a CAdeAA.
Fotos: Rafa Vallejos
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