Hershey 2011

Hershey 2011

Hershey 2011
Hershey 2011
Hershey 2011

Esta historia comienza en noviembre del 2010. La habíamos pasado tan bien en Hershey 2010 que nos pusimos a buscar el hotel más cómodo. Mi contacto era Nick, un hombrecito pequeño, procedente de la India, quien nos ofreció toda la ayuda necesaria para pasar una semana de lujo.

Obtenido el Hotel, compramos los pasajes con mucha anticipación. Estábamos listos para ir a ver qué fierros oxidados nos enamoraban. Fernando Rodriguez y Manolo Casal, compañeros inseparables de viaje, estaban muy excitados, previendo una gran y muy divertida aventura.

Llegamos a Nueva York y quisimos alquilar una camioneta para que nos entraran todas las porquerías que supuestamente íbamos a comprar. Fernando encontró el vehículo adecuado, pero un cinturón de seguridad del último asiento estaba mal colocado. Fernando quería esa. No había forma de colocarlo bien. Estuvo mucho tiempo luchando y finalmente lo logró. Así, salimos raudamente hacia Hershey guiados por nuestra primera dama, Lola, (el GPS) que tardó mucho tiempo en despertar. Salimos por cualquier lado, hasta que se despabiló la bella durmiente y nos dijo con vos serena y gallega: … "Recalculando" Llegando al cruce que indicaba Hershey, hicimos 100 metros y un cartel escrito muy precariamente indicaba con una flecha ANTIQUITES (antigüedades). Fernando, quien conducía, frenó bruscamente. Nos miramos y sin mediar palabras y con ojos curiosos nos dirigimos a investigar un galpón bien antiguo, con la dueña bien antigua, el pucho en la boca y mascando chicle. Empezábamos muy bien el tour. Cargamos algunas cosas y, entonces sí, fuimos hacia el hotel. Apenas descargados los bártulos comenzamos la peregrinación por el parque, inspeccionando la instalación de los primeros puestos.

La sangre comenzó a circular muy rápido y los latidos también. Estábamos en Hershey y lo que se veía y olía era magnifico. Los tres mosqueteros entramos a territorio repuestero.

Manolo con su nariz chevroletera encontró en el primer puesto las cerraduras de la rueda de auxilio del Chevolet 32 de Fernando. Una aguja en un pajar, figurita muy difícil. Estaban inmaculadas. Fernando las tocaba, las miraba, estuvo así un largo tiempo hasta que le dijimos: Bueno, a pelear el precio. Éramos tres contra uno y ganamos. Pero no importa el precio las piezas valían eso y mucho mas. Habíamos encontrado el primer tesoro.

Seguimos caminando y nos queríamos llevar todo (¿para qué?, no sabíamos) parecía que estábamos en una juguetería. A los que nos gusta el tema, la sensación de estar allí nos produce bienestar y alegría, junto con nerviosismo y adrenalina. La cabeza interroga: Si lo compro… ¿cómo lo llevo? Pero el deseo es más fuerte y decimos: de alguna forma lo llevaremos.

Nos topamos con una autobomba, American La France de 1930 en perfecto estado de conservación. Nos dejaron subir y parecíamos tres nenes con juguete nuevo. Hasta el ruido de la sirena hacíamos, transportándonos en el tiempo. Parecíamos tres bomberos corriendo hacia un incendio.

Caminamos mucho y la vuelta diaria al auto se hacía cada día más difícil. Los pies pedían a gritos descansar, pero nuestra voluntad era seguir y aprovechar al máximo todo lo que estábamos viendo.

El sábado por la mañana, el Antique Automóvil Club of América, realiza el concurso de elegancia. Muy temprano comienzan a entrar autos de todo tipo, en un estado inmaculado y súper lustrados. Son ejemplares súper originales. Algunos restaurados y otros con su pintura y capota gastadas por el tiempo, pero en perfecto funcionamiento.

A eso de las tres de la tarde comenzaron a irse los vehículos indicando que la fiesta terminaba, El predio iba querando cada vez más vacío y lo que habíamos visto ya era un recuerdo.

Hershey es una maravillosa experiencia que, seguramente, repetiremos en un futuro. Además, con compañeros de viaje como Fernando y Manolo… es un lujo.

Por: Arturo Neuberguer