Hershey 2009
Hershey 2009
La Madre de todos los Autojumbles
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A pedido de nuestro editor en jefe, he de contar nuestras vivencias en el CAR SHOW & SWAP MEET HERSHEY 2009, compartiendo con los lectores nuestra gran aventura, donde nos empalagamos de óxido y autos.
La preparación del viaje se hizo con mucha anticipación pues lo más importante es conseguir el hotel, ya que Hershey es un pueblo chico y los hoteles no abundan. Pero conseguimos el que nos gustaba. Alquilamos un auto y compramos los pasajes de avión a New York. El viaje lo compartimos Manolo Casal, Fernando Rodriguez y yo.
Partimos el 4 de octubre, sin problemas, en un vuelo agradable, llegando muy temprano al Aeropuerto Kennedy. Con el trencito del aeropuerto conectamos directamente con la agencia del alquiler del auto, cargamos los bártulos y raudamente conectamos el GPS y su Lola (la voz del GPS) nos indicó correctamente la ruta hacia nuestro destino.
Ya en el Hotel, "acomodamos" así nomás los bártulos (nunca logramos poner orden en aquella habitación), tomamos una refrescante ducha e inmediatamente salimos a pasear, muy excitados por lo que, sabíamos, se venía.
Pudimos ser testigos de la preparación del evento. Vimos como iba armándose todo, lentamente pero sin pausa. La enorme playa de estacionamiento de un estadio de baseball fue llenándose con camiones primero, después con casas rodantes majestuosas y por últimos con autos antiguos y tiendas de repuestos. Imagínense: todo lo que a los locos de esta afición nos gusta de alma.
Lo primero que hicimos fue ir al museo del AACA Antique Automobile Club of America, cuya Eastern Division organiza el evento. La muestra estaba muy bien puesta, con autos de primerísima calidad. El ejemplar especial de este año era un Oldsmobile de 1911, original, sin restaurar, al que sólo le habían calzado gomas nuevas para poder trasladarlos hacia el Museo. El dueño lo donó al mismo y pidió por favor que nunca lo restauren, según nos contaron. Lo encontraron hundido en la tierra desde hacía muchos años. Luego disfrutamos de muchos autos impresionantes y un motor de Willys-Knight sin válvulas, funcionando y mostrando su avanzada tecnología, casualmente analizado por H. Cordeiro en la Sección TECNICAS de esta Luneta.
También, cerca de allí, se encuentra la Biblioteca del AACA, donde asistentes de todo el mundo consultan sus bien nutridos estantes en busca de datos para sus restauraciones.
A lo típico argentino, paseando por un camino de las afueras de la ciudad y asombrados por todo lo que veíamos, no respetamos mucho las indicaciones y tampoco la velocidad. Al costado del camino había un desconocido artefacto. Oohh!! ¡Era un radar! y pocos metros adelante… … un patrullero. Para qué contarles… manejaba yo… A partir de ahí, abandonamos nuestra argentinidad y respetamos hasta a los árboles. Por supuesto tuvimos que pagar una multa.
Fernando, nuestro cocinero especial, gourmet de las mejores cocinas del mundo, se lució cocinándonos de primera, esmerándose para que no pasáramos hambre. Y realmente lo consiguió. Un lujo adicional fue su excelente cocina.
Manolo, nuestro asesor en jefe, nos iba informando sobre los repuestos encontrados, diciéndonos a qué correspondía cada pieza, aconsejándonos en todo momento
La combinación fue perfecta. Cada uno tenía su tarea y la convivencia fue fenomenal.
Al comenzar la feria Fernando, debutante en estas lides, estaba muy nerviosos y no sabía por cual de los infinitos pasillos caminar. Era tal la excitación que se nos olvidamos de comer. A eso de las 5 de la tarde, totalmente famélicos, decidieron comer un panchito, el consabido American Hot Dog. Era tanto el hambre, que nos pareció lo más rico que jamás hubiésemos comido. Seguimos caminando hasta que los puestos, en su totalidad, estuvieron cerrados. Teníamos las piernas las entumecidas, ya no podíamos caminar, pero la felicidad nos impulsaba a seguir.
En el Car Corral, lugar donde los particulares exponen y vender sus autos, había una gran variedad de modelos y precios. Coches muy hermosos y precios muy dispares. En otro predio, en el remate que se hace acompañando la muestra, los precios doblaban a los de los particulares. Así, a simple vista, los autos estaban muy bien parados, muy completos, con todos sus detalles y piezas.
El sábado por la mañana ya muchos vendedores de repuestos se estaban yendo y comenzaba el concurso de elegancia. Bueno, eso ya fue un verdadero orgasmo automovilístico. Comenzamos por los autos de vapor, seguimos por los vintage y, la verdad, es que había de todas las categorías imaginables. También vimos un Buick coupe del año 40, con su dueño original sentado en el coche. Estaba totalmente original, con su pintura gastada y su dueño, un hombre mayor, orgullosamente al volante. Una imagen como sacada del túnel del tiempo. Nuestras cabezas giraban de un lado a otro, sin saber exactamente a dónde mirar, pues todo lo que se vería era maravillosos y su estado también.
Las compras de repuestos fueron muy interesantes. La habitación mostraba piezas desparramadas por todos lados: dentro de los cajones, arriba del televisor, por el piso, en estantes…. Pero ese olor a bronce, cromados y óxido era un elixir que nos hacia dormir plácidamente a pesar del cansancio del día.
Por fin, teníamos que hacer las valijas. Eso era un problema, porque posiblemente nos excediéramos de peso para subir al avión. Acomodábamos, distribuíamos… Todo sueño encantado desemboca siempre en la cruda realidad.
Finalmente (todo llega a su fin), el domingo temprano fuimos volviendo hacia New York, siempre asistidos por Lola, que nos condujo muy bien a la puerta del aeropuerto.
La aventura llegaba a su más feliz término. Todo había sido maravilloso y sin ningún problema.
Al llegar a Ezeiza, los amistosos Vistas de Aduanas, siempre simpáticos y serviciales, nos saludaron con un abrazo deseándonos un feliz regreso a casa.
Por: Arturo Neuberger