Los autos que pudiera haber tenido pero no...(Capítulo III)
Los autos que pudiera haber tenido pero no...(Capítulo III)
Otro tiro que no dio en el blanco.
Pero dos lindos centros, para compensar.
Querido sobrino:
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Vuelvo en el tiempo a Lomas de Zamora, años 1958 - 61. Vivía como inquilino en una casona vieja en Ramón Falcón y España y, en frente, había una barra de chicos de 18 a 20 años que se juntaban con sus bicicletas y charlaban o escuchaban música en sus "Spicas", no jorobaban a nadie. Esperaban la colimba algunos, otros ya habían servido a la Patria, pero todos con poco que hacer y ni un mango para hacerlo.
Un día aparecieron con un enorme Daimler tourer, que acomodaba a la pandilla íntegra, unos 8 a 10 chicos Resultó ser un Austro-Daimler, aproximadamente de 1910. Tenía un motor de cuatro cilindros, válvulas laterales en forma de T, o sea con dos árboles de levas: uno abajo trabajando en las válvulas de admisión y el otro ocupándose de los de escape. Ergo: flujo cruzado, admisión de un lado escape del otro Ferdinand Porsche era el director técnico, ya aplicando sus ideas revolucionarias.
Este auto duró poco en manos de la pandilla, uno solo se atrevía a manejarlo, prácticamente sin frenos, ya que tenía únicamente frenos traseros, obviamente a piolín, y la buena potencia entregada por el motor de 5.7 litros los comía vivo en consumo, a pesar de que en esos tiempos era muy barato el litro de nafta. El otro inconveniente era que conseguir gomas tipo "clincher" de un metro ó más de diámetro no era tarea fácil. No abundaban coleccionistas tampoco, así que volvió al chatarrero que se los vendió, con todos sus bronces e historias de los buenos tiempos. No lo vi nunca más. Chau Austro-Daimler ¡por no preguntar!
Otro encuentro fue más fugaz. Un día caminando por Italia entre Laprida y Gorriti vi un autito sport, con ruedas Rudge, cuyo radiador tenía una marca que sólo conocía por libros: Amilcar. Estaba muy maltrecho, golpeado, con guardabarros hechos por un herrero, pero el tablero tenía algunos instrumentos Jaeger bastante antiguos, indicando que eran los restos de un Pura Sangre. Pero el motor, visto a través de las rendijas del capot, era un Ford V8 60 Hp. Medio bajoneado por esto decidí igual esperar el dueño para ver si lo vendía. Al rato apareció, un muchacho más ó menos de mi edad, y hice las preguntas de rigor "¿Tenés el motor original?" "No, el último dueño lo rompió y lo mandó a una rectificadora, y ya no tiene plata para rescatarlo". "¿Lo vendés?". "No, recién lo compré, y anda bárbaro". "Bueno, si lo vendés algún día, llamáme a este número, porque me interesa". Y le di las coordenadas. "Gracias, si lo vendo te llamo", subiendo al auto me agrega "¿No me das un empujoncito? no tiene burro, pues no entra por falta de espacio". Y le di un empujoncito. Arrancó en seguida y lo último que vi del Amilcar/Ford era doblando fuerte por Gorriti hacia Pavón. En esos días todas las calles eran doble mano. Está demás decir que nunca me llamó. Este auto casi seguro fue uno de los dos Amilcar C6 que importó Macoco Alzaga a fines de los años veinte del siglo pasado. Eran dos autos GP, 1100 cc con un bruto compresor Rootes, puro auto de carrera. Enrique Sánchez Ortega compró una, no sé si con motor Ford, ó sin motor alguno. Pero viví los años en que él rastreaba el motor por las rectificadoras de todo Buenos Aires y suburbios bonaerenses, esperanzado en el dicho "El que busca…encuentra". En un período de unos quince a veinte años encontró en distintos lugares todos los elementos del motor salvo las bielas, pero Pichón Rocha descubrió que las de Mini 1000 iban perfectamente, y así sí se armó y rugió nuevamente. "Chau Amilcar C6, por idiota".
Ya a fines de los ´60, ahí por el 66/67, caminando por la Avda. Intendente Bullrich, al lado del viaducto del Ferrocarril Pacífico, hay una serie de barracas debajo de las vías. En una de ellas vi un auto muy importante, un Mercedes SSK, totalmente abandonado en un rincón de un depósito de vino. Lo pude revisar sin que nadie me moleste. Finalmente, hablé con el jefe del depósito y pregunté de quien era, para hacerle una oferta. El hombre no sabía nada, el auto estaba cuando la empresa alquiló y ahí quedó. Hablé varias veces por teléfono pero no llegué a ningún lado.
Imagínese mi desazón cuando leo el artículo en Corsa que el SSK de Zatuszek había aparecido en una maderera en Liniers. Enrique escribió el artículo, Rodolfo Iriarte y Jorge Macome compraron el auto por varios sueldos míos de ésa época, pero pocos U$S. "Chau Mercedes, por pobre"
Ya en el ´69 cambió mi suerte, mi padre caminando por Fonrouge (Lomas Este) descubrió un auto no identificable abandonado en la vereda. Fui a verlo, levanté el capot y el motor 6 cilindros tres carburadores tenía la palabra "Delage" fundido en el aluminio de la tapa lateral del motor. Estimaba que era un pre-guerra, y tuve razón, era un D6-70 (3000 cc, 70 CV), caja Cotal electromagnética epicíclica de 4 velocidades, máxima 160 km/h. Pero estaba muy lejos de eso en ese momento. Era una ruina total, podrido hasta los vidrios. Toqué timbre, salió un señor con pinta de colectivero en camiseta, con mate y termo a la uruguaya y reconoció ser el dueño (y ser colectivero). Después de una breve charla arreglamos en U$S 80, no sé cuantos m$n pero era un montón. Dos días después, un amigo con un Ford ´38 De Luxe me remolcó a casa. Por fin "Hola Delage". Siete años después el Delage fue el primer auto de la caravana de CAdeAA inaugurando el paso bajo nivel de Temperley. Gracias a Pichón Rocha (mecánica), Pugliesi (interior), Blasco (frenos), un chapista Antonio, y su pintor, que no están más en la zona. Yo hice la instalación eléctrica (nunca más) y el armado de todo el auto.
Ya que estamos hablando ahora de autos que no perdí, tengo que incluir el Opel, bautizado "El Legendario Opel" por algún amigo en la revista Corsa ó Autos de Época. Conocí el Opel Olympia ´39 de pibe, 16/18 años, era del padre de un compañero de escuela. Lo seguí viendo por Temperley y Adrogué hasta el año ´70 más ó menos y luego nunca más. Un día apareció el dueño en el taller para arreglar el motor de su Fiat 1500, en los días que hacíamos autos de calle, con Mario Sosa.
Cuando llevamos el Fiat a la casa del dueño en Mármol vimos el Opel, una bola de óxido, debajo de una parra sobre cuatro ruedas desinfladas. Se veía que había estado ahí un largo tiempo, porque había un cerco de ligustro bien crecido, tapando la única salida que le quedaba. Le ofrecí comprarlo al dueño, y cuando vaciló un poquito, su esposa salió de la casa gritando "Si se lo llevan hoy me hacen un favor, es gratis, estoy podrida de tener esta basura en frente de la ventana de mi cocina". El dueño vaciló un poco más, nos dijo que lo había comprado 0 Km en el ´39 y tenía la intención de restaurarlo (el cuento de siempre….) pero finalmente aflojó y nos regaló el auto.
El auto había estado 16 años a la intemperie debajo de la parra y el Olympia no tiene chasis. Estaba muy podrido. Curiosamente pudimos inflar las gomas, por lo menos y podando un paso por el cerco lo sacamos a la calle. Una cuarta rígida a mi Peugeot 504 y nos fuimos, luego de darle las gracias pertinentes y jurar amistad eterna. A unas 20 cuadras Mario, desde el Opel, me hacía señas desesperadas. Paramos en plena Av. Espora (angosta en el ´86) y descubrí que al Opel se le había partido el piso a la altura de la caja de cambios. Lo único que unía el frente al habitáculo era el cardan, los parantes del parabrisas y posiblemente ayudaba un poco el caño de escape y los caños de freno. Atamos bien las puertas, para que ayuden un poco y seguimos muy lentamente hasta llegar al taller ya con el Opel arrastrando su panza por el suelo.
Una vez en el taller revisamos que nos habían regalado, y como buenos inconscientes desaforados, nos dijimos:- "Che, con un poco de nafta y una batería esto tiene que arrancar", así que mientras Mario le pasó lija a los platinos y aseguró que el motor giraba, fui a comprar 5 litros de nafta. Bidón, manguera, nafta al carburador, agua al radiador, asegurar que tenía aceite, batería 12 volts de algún auto, y estábamos listos. Fue de no creer, arrancó de una ¡y quedó regulando! Había poca presión de aceite y cuando le pegamos una acelerada se escuchaban ruidos non sanctos mientras la presión, en lugar de subir, bajaba. Lo dejamos andar unos 10 minutos, y los ruidos se escuchaban en ralentí, no había duda que el motor estaba muerto.
Pero con todos los papeles, una mecánica tan noble, decidimos convertirlo en lo que es hoy, y sigue siendo, el segundo auto de colección más noble que he tenido, el primero fue el Delage, que siempre lamento haber vendido…
No hay caso, cuando pones un pote de oro frente a un linyera… ¡no hay linyera que aguante!
Un abrazo.
Tu Tío Mac
Por: Roberto Macnie