El Oro y el Moro

El Oro y el Moro

El cáliz de piedra y la corona de oro

El Oro y el Moro
El cáliz de piedra y la corona de oro
El cáliz de piedra y la corona de oro
Comprobante de ensayo metalográfico
Comprobante de ensayo metalográfico
La enigmática espiral de guijarros en <br/> Tafí del Valle. Forma geométrica similar a la<br/>del cáliz de piedra de Baudillo
La enigmática espiral de guijarros en
Tafí del Valle. Forma geométrica similar a la
del cáliz de piedra de Baudillo

-Cuando encontramos esta pieza a comienzos de la década de los '30, me explicaba con Baudilio Vázquez, otrora cura párroco de Santa María (Catamarca) pero ya retirado de la actividad, me dijeron de todo. Que se trataba de un simple balde de latón, que era un fraude que yo quería cometer sosteniendo que se trataba de una valiosa corona de oro y no sé qué cosas más-.

-En realidad tiene bastante parecido con esos baldes para servir una botella de champán en hielo en los banquetes-, repliqué sin ocultar mis dudas.

-Fíjese bien, me respondió el santo varón. -Observe la parte superior y verá que allí hay cinco pequeños agujeritos. Serían para introducir plumas a fin de adornar la corona. Si se tratara de un cubo, el líquido o el hielo se escurrirían rápidamente por los orificios-.

Miré. Sí: vi cinco orificiecitos no más grandes que para introducir un cañón o el tubo de una pluma de tamaño mediano.

-Fueron tantos los ataques de legos y de arqueólogos, que el final me vi obligado a extraer un pequeñísimo trozo del metal, enviarlo a Buenos Aires y someterlo allí a un ensayo metalográfico. El resultado fue contundente: se trata de una corona o tiara de algún cacique indígena, algo abollada no sé exactamente por qué causa, que se extravió o fue enterrada, compuesta de oro, plata y algo de cobre. Pesa más de medio kilo-, remató.

Caramba, pensé. Si pudiésemos saber dónde fue encontrada la pieza, con métodos y recursos modernos como, por caso, detectores de metal, podríamos acaso hallar el resto del tapado.

-Usted, interrumpió el anciano cura mis pensamientos íntimos, puede pensar que yo, por viejo, ya no recuerdo bien las cosas, que miento sin mala intención, que lo que acabo que decirle es una ficción. Pero créame que así como las alfombras persas más antiguas son las más auténticas, también los hombres de edad somos modelos de la verdad.

-¿Co…cómo es esto de las esteras?, alcancé medio a balbucear.

-Muy sencillo, joven amigo: lo gastado es probado. Alfombras nuevas, flamantes, son aquellas que acaban de salir del taller de un tejedor estafador.

-¡Qué bueno y qué cierto!, intercalé, para continuar: -Usted don Baudilio tiene pocas piezas arqueológicas, pero cada una es una joyita. Y no necesariamente las que son de oro y plata. Ese vaso de piedra decorado por una serpiente es una maravilla.

-Si, es una obra extraordinaria. Del lado que usted lo está mirando, contiene la víbora. Del lado opuesto el reptil se enrolla, y lo hace en forma de espiral, que es algo extremadamente raro en la prehistoria de América, la espira.

Nos despedimos con mucha cordialidad de don Baudilio. Arriba en la montaña nos esperaba otra cosa muy interesante. Porque en Tafí del Valle, la hoyada sagrada de los indios del Noroeste, hacía no mucho habíamos visto nada menos que ¡una espiral! Hecha primorosamente de guijarros, y no un círculo, sino justamente una espiral perfectamente delineada. Alguna relación debía haber.

Por: Texto y fotos: Federico B. Kirbus