"Cuando me hice Socio de CAdeAA tenía un solo auto y, como no quería perderme ninguna salida, comencé a pensar que un segundo auto aseguraría este propósito.

Tenía una Chevy y la cambié por una Cupé Ford 41 cola larga muy bonita. Más adelante, me trajeron este auto para vender. Yo lo miraba y lo volvía a mirar. Era de San Francisco, Córdoba, y nunca había salido de allí. El viernes que lo traían desde Córdoba yo tenía que ir al Club y el auto no llegaba y no llegaba. Lo hizo bien tarde y, cuando lo ví me di cuenta que su estado era excepcional. Lo estacionaron adentro, cerré y me fui apurado. A la mañana siguiente, cuando lo recorrí en detalle, me empecé a encariñar inmediatamente. Estaba tan bien... que la espera había valido la pena. Para ese entonces, la Ford había empezado a bellaquear y le perdí un poco de confianza. Se venía una salida a Salto y esa fue la excusa perfecta. Me quedé con el Chevrolet. Hicimos la salida y el auto anduvo bárbaro, lo que me puso muy contento. Yo no soy de ninguna marca en especial, todos los autos me gustan. Fíjense que una vez me olvidé la llave dentro del auto. Había 4 Chevrolet cerca mío. Niguna de sus 4 llaves anduvo. Rosende se acercó con la lave de su Mercury y con media vuelta lo abrió, para bochorno de todos los chevroletistas. Así que... todos dependemos de todos.

Más tarde quise vender uno de los autos y entre los dos, elegí quedarme con este negro y cómodo Chevrolet, porque me resultaba más confiable y su andar era de seda. Hicimos el Rally Aniversario al Norte y, cuando Orly me ofreció un lugar en una batea para volver de Córdoba, lo rechacé. Me parecía que, después de semejante viaje andando cómodos y sin problemas, volver en Mosquito era como una traición a un amigo. Lealtad con lealtad se paga, ¿verdad?" Así relató Mario su pequeña y personal historia.