Colegio Militar de la Nación

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Tocando la historia

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Casa de la familia Cassero
Casa de la familia Cassero
El palomar
El palomar
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Vitraux
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Nuestro consocio, el Ing. Pablo Justo es nieto del que fuera Presidente de la Nación, Agustín P. Justo. En una oportunidad contó como su abuelo, alma máter de la construcción del Colegio Militar que ordenara oportunamente Sarmiento, llevó a su padre Don Liborio Justo a recorrer los terrenos donde se levantaría el extraordinario complejo edilicio. Cuando Pablo nos dijo que había establecido contacto con el Coronel Freites, responsable de Protocolo y Ceremonial del Colegio, ese relato disparó inmediatamente la intención de conocer el histórico lugar.

Nuestro Club entonces, programó una salida que se concretó el 19 de septiembre.

La sola entrada al Colegio, con la enorme bandera flameando entre muchas otras más pequeñas, con el edificio principal detrás y rodeado de un enorme parque de ancianos árboles, distribuidos sabiamente por el paisajista de moda entonces, Carlos Thays, conmovió nuestros sentidos por su magnificencia y la perfección de su escala.

Mucho personal militar estaba esperándonos, a pesar de ser domingo, para guiarnos e indicarnos la amplísima avenida donde estacionaríamos los autos. Luego de las presentaciones, fuimos guiados por el Coronel Freites hacia el Patio de Honor donde su amplitud (nuevamente) y los coloridos vitraux de su techo adquirieron un clima especial cuando se nos explicó su finalidad y la ubicación de las placas donde figuran las 134 distintas promociones de allí egresadas. Como curiosidad, se nos dijo que los cadetes jamás en la rutina diaria, por ninguna circunstancia, pisaban el salón central, considerado espacio casi sacro, salvo en los actos específicos donde participaban. Los cadetes circulan solamente por las galerías internas periféricas, para dirigirse a las aulas contiguas donde asisten de lunes a jueves a la labor académica . Allí mismo se sumó el que sería nuestro guía histórico, el Prof. Pesado Palmieri, quien inició su acompañamiento, relatándonos a cada paso las singularidades de la historia. Coincidiríamos todos, más tarde, que su voz clara, su relato apasionado e imparcial y su estilo narrativo capturó nuestra atención y simpatía.

Pasamos luego al Museo de Armas del Colegio, donde personal a cargo nos explicó los componentes de la colección, que abarca desde el siglo XVI hasta las armas modernas. Muchas de aquellas fueron recibidas como obsequio de mandatarios extranjeros.

Nos impresionó una escultura obsequiada por el Gobierno Español, representando al derruido Alcázar de Toledo donde, durante la Guerra Civil Española, el Coronel Franquista José Moscardó soportó el asedio de las tropas Republicanas durante 38 días, inmolando en este episodio hasta a su propio hijo. Esa magnífica obra de arte pesa 3,5 tn y es la única que existe fuera de España.

Visitamos el Casino de Cadetes y más tarde, caminando bajo un cálido sol primaveral nos movimos hasta la histórica casa que fuera de la familia de Diego Cassero. Casa colonial de fines del siglo XVIII que fue refaccionada con materiales de época acorde a las más severas normas de preservación y que desde 1983 es Monumento Histórico Nacional y es hoy un prolijo, limpio y muy cuidado museo. Esa casa da origen al nombre de la Ciudad de Caseros y también es el origen del nombre de la batalla que unitarios y federales libraran sobre la misma tierra que estábamos pisando en ese momento. Y es que, en aquellos potreros campechanos, en el año 1852 se libró una batalla que involucró cerca de 50.000 soldados, duró solo 6 horas, pero ocasionó más de 400 muertos y significó el fin del gobierno del Brig. Gral. Juan Manuel de Rosas, nada menos, a mano del ejército de Urquiza. Un dato insospechado: en su ejército había componentes de ejércitos del Uruguay, Brasil y un grupo de mercenarios alemanes. Prácticas comunes en la época muchas veces desconocidas por la historia escolar.

Rosas, desgastado ya por el tiempo y los trabajos de ablandamiento previos y, muy probablemente, cansado de gobernar, sabía su destino antes mismo de ponerlo en juego. La derrota era inevitable. Rosas se retiró de la batalla y abandonó el país que había gobernado con mano férrea. Su gobierno había sido sangriento en una época sangrienta. Su gestión tiene defensores y detractores polemizando todavía. Pero como todo lo que vimos en esta salida, es HISTORIA, que debiéramos conocer muy profundamente para evitar cometer los mismos errores. Algo tan difícil como perdonar… Luego de él, la esperanza de pacificación del país debería esperar muchos años más para concretarse. (¿Concretarse…?)

Finalizando, pudimos conocer el famoso "palomar" de Caseros. Edificación redonda donde, todavía, 900 huecos relatan la historia de esa fábrica de pichones, exquisita pieza gastronómica de entonces. Ninguna otra versión sobre este singular edificio es veraz. Esta edificación también de fines del siglo XVIII fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1942.

Durante todo el recorrido pudimos apreciar la nutrida pinacoteca, con muchos cuadros restaurados profesionalmente y muchas esculturas y grupos escultóricos de belleza artística notable, aunque nuestro ojo no acostumbrado a la escultura bélica no pudiera apreciar con justeza.

Reunión final junto a los autos, dejando allí un cuadro con nuestro escuro y los agradecimientos al Cnel. Freites y al Prof. Pesado Palmieri por guiarnos a través de una mañana espléndida, enriquecedora por su contenido histórico y emotiva al darnos cuenta que el suelo que estábamos pisando había sido escenario de una batalla memorable, donde la vida y la muerte era las únicas chances al terminar el día.

"Tiempo de los trabucos, y las tacuaras… y las tacuaras/ Peleaban con las manos ensangrentadas, bien coloradas…"
Triunfo Macho, R.R. Fraga

"Otra vez, pecho el fusil donde esté/ Da lo mismo monte o cerro para morir, pues…"
Romance de la muerte del Chacho Peñaloza. León Benarós.

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La cómoda de Liborio Bernal
Más historias de los ancestros de Pablo Justo

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Por ser el único varón descendiente, viajé a Carmen de Patagones invitado por el Museo Regional, para la inauguración de la sala "Liborio Bernal", mi bisabuelo, fue Gobernador de Rio Negro, Comandante del Fuerte de Patagones y comandaba la tercer expedición, ala Sur, de la avanzada de Roca en 1883, cuando llegó por primera vez, desde el Atlántico, un hombre blanco al Nahuel Huapi. Lo acompañaba el Perito Francisco P. Moreno. El Gobierno nominó "Cerro Bernal" al cerro vecino al Catedral y le donó a mi bisabuelo las tierras donde hoy está asentado Bariloche, pero las fue vendiendo para pagar deudas.

Yo les doné la cómoda que era de él. Esa cómoda fue obtenida como botín por su suegro James Harris (mi chozno), cuando atacó como pirata corsario a un barco portugués que traía muebles para la familia real de Brasil en 1820. Hubiera sacado muy buena plata por la cómoda en un remate, pero prefiero que quede ahí.

Mi bisabuelo Liborio Bernal se casó con una hija del "cojo" Harris, así apodado pues tenía una pata de palo y fue tripulante de la Fragata La Argentina, acompañando a Buchardo cuando dieron la vuelta al mundo. Por su parte, Harris también acompañó a Darwin por la Patagonia y los mares del sur en el bergantín HMS Beagle.

En la batalla de Tuyutí, Guerra del Paraguay, a mi bisabuelo Bernal lo hirieron gravemente y quedó tirado en el campo de batalla. Su asistente lo fue a buscar para enterrarlo y vio que estaba aún vivo. Lo curó y gracias a él yo puedo relatar hoy estas historias. En el cementerio de Escobar está la tumba de este asistente, con una placa de agradecimiento de mi abuela, por haberle salvado la vida.

Pablo Justo

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