Juan Manuel Fangio

Juan Manuel Fangio

El rey de la velocidad admiraba a las tortugas

Juan Manuel Fangio y su tortuga de bronce
Juan Manuel Fangio y su tortuga de bronce
Fangio dándole la primera lección de manejo a  <br/>Sandie Shaw, existosa cantante pop británica de los '60, <br/>sobre una Ferrari, en una pista italiana
Fangio dándole la primera lección de manejo a
Sandie Shaw, existosa cantante pop británica de los '60,
sobre una Ferrari, en una pista italiana

Don Juan, los argentinos somos campeones mundiales en accidentes de tránsito, ostentamos un record terrible.

Fangio no contestó, siguió manejando, pese a la insistencia de Braceli, hasta que en un sector de menor tránsito dijo: "Ud. Pensará que aparte de viejo soy sordo. Sabe, cerrando mi boca le di mi primer consejo para manejar: Hay momentos en los que el conductor necesita concentración máxima. Si no, viene el macanazo. No se pueden hacer dos cosas a la vez. Cuando se maneja, se maneja. Napoleón decía a su criado: Vísteme despacio que estoy apurado. Esa frase viene como anillo al dedo para los conductores de ciudad o de ruta: poco acelerador si hay mucho apuro."

¿Usted anda siempre tan despacio como ahora?

"Ni despacio ni rápido. Fíjese, ando como se puede. Pero no se engañe, ando menos despacio de lo que a Ud. Le parece. Para medir la velocidad en la ciudad no hay que fijarse en el velocímetro. Observe en las próximas cuadras: yo andaré más despacio, no pasaré los 50 kph, pero al final de la avenida verá que seguiremos a la par del más rápido"

¿Cómo se explica eso?

"Sencillo: yo acelero bastante menos, pero también freno bastante menos. Mire, en la próxima luz verde varios saldrán cómo si partieran en Monza. Ganarán cincuenta metros en cien. Pero toda la ventaja la perderán en el próximo semáforo. Un trastorno al cuete: para hacer el mismo promedio la mayoría mortifica caja, frenos, embrague. Y gastan más nafta y hacen más ruido y estropean los nervios. Suman puntos sólo para dos campeonatos, esos en que los trofeos los entregan o en los talleres de chapa y pintura o en los Hospitales"

Ud. anduvo más de medio mundo. ¿Realmente los argentinos manejamos tan mal?

"¡Al contrario! Los argentinos manejamos muy bien. Lideramos la tabla de tragedias porque se puede manejar muy bien, pero conducir muy mal. Padecemos de mala educación y de mala voluntad. En todo caso, dime como conduces y te diré como eres"
"Detengámonos y observemos: las cosas que se hacen manejando son extraordinarias. Zigzagueo, frenadas al milímetro. ¿Que dudas caben? Somos habilísimos manejando. Nos sobra pericia. Lo triste es que también nos sobra irresponsabilidad a la hora de cumplir las normas. Ahí los tiene: muy pocos respetan su línea; se pasan vehículos igualmente por derecha que por izquierda; el guiño de giro se lo pone cuando ya se empezó a girar: Y mire las líneas amarillas, están casi borradas por que se anda sobre ellas. Muchos creen que saber manejar es saber volantear. Saber manejar es mucho más: es saber frenar. Porque frenar, Hijo, es todo un arte. Consiste en no acelerar demasiado para tener que frenar mucho menos. Frenar no significa hundir el pie en el pedal. Eso, muchas veces, puede ser peor, por ejemplo cuando llueve, que no hay que frenar en seco. Conviene saber: se frena no sólo con el freno. A veces, con un oportuno rebaje. Y se frena siempre economizando el acelerador"

Fangio maneja siempre con las dos manos. No se agarra del volante: brazos relajados, dedos sin tensión. ¿Cuándo no se debe manejar Don Juan?

"Cuando se ha bebido demasiado, cuando se tienen angustias económicas, cuando se está con problemas sentimentales bravos, esas cosas que… en fin.

En otra oportunidad, viendo una pesada tortuga de bronce sobre su escritorio, inquirí: ¿Justamente Usted, cinco veces campeón mundial, con una tortuga?

"Simpatizo con ellas. Dígame, ¿usted vio alguna vez una tortuga agitada o que se rompiera una pierna o que se llevara algo por delante? Por todo eso simpatizo con las tortugas. Porque siempre llegan. No tienen accidentes, como los humanos. Bueno, y por que tienen la buena costumbre de vivir muchos años.

Precavido, prudente, previsor, cauteloso. Juan Manuel Fangio amaba la velocidad de la lentitud. Admiraba la paciencia de las tortugas. Gaucho al fin, domó el vértigo. Y nos dejó una flor de definición sobre los tan inexplicables argentinos: Manejamos muy bien, pero conducimos muy mal. Como Ghandi o Mandela, cultivaba la ciencia de la paciencia.

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Texto: Nota de Rodolfo Braceli para La Nación Revista, autorizada